Mecánica Cuántica Parte II
La Mecánica Cuántica
Bibliografía y Webgrafía
La diferencia explicada en la entrada anterior entre las dos interpretaciones fue resuelta en la conferencia de
Solvay de 1927, en la que se discutieron ambas posturas. En ella Einstein
propuso una serie de experimentos en los que ponía a prueba la completitud de
la teoría de Bohr. Uno de estos experimentos consistió en imaginar una caja con
fotones dentro de ella y con dos relojes, uno fuera y otro dentro perfectamente
sincronizados. La caja se pesa. Después, si se abre una ranura especial, se
deja salir un fotón y ese instante es precisamente registrado en el reloj.
Luego, se pesa la caja de nuevo. Aquí, Einstein quería calcular la energía y el
tiempo, otra prohibición del Principio de Indeterminación. Bohr demostró que
Einstein no había tenido en cuenta su propia relatividad ya que los relojes no
podían permanecer perfectamente sincronizados al haber un cambio en el sistema
de uno de ellos, como es la liberación de un fotón.
Hubo muchos más experimentos mentales pero el
último de ellos fue el más controvertido hasta la fecha, se denominó como el
EPR. Este experimento ponía a prueba los efectos del entrelazamiento cuántico,
en él Einstein proponía lo siguiente: dos partículas A y B son hechas
interactuar y luego son separadas. En otro lugar, se mide el momento de A. Sin
medir ni perturbar a B, se puede calcular su momento en otro lugar, por la Ley
de Conservación de Momento. El hecho de que la partícula B tiene objetivamente
un momento cognoscible sin ser medido, es un hecho que la Teoría Cuántica no
considera y es, por lo tanto, incompleta. Bohr no fue capaz de responder a este
experimento y no fue hasta 1965 que John Stewart debatió este experimento
explicando que no se pueden usar conceptos macroscópicos en el mundo cuántico.
El propio Schrödinger creó una paradoja con el
famoso experimento mental de “el gato de Schrödinger” para demostrar que la
mecánica cuántica no tenía sentido. Este experimento consistía en imaginar una
caja cerrada y opaca que contiene a un gato en su interior, una botella de gas
venenoso y un dispositivo que contiene una partícula radiactiva con 50% de
desintegrarse en un tiempo dado, de manera que, si la partícula se desintegra,
el veneno se libera y el gato muere. Al terminar el tiempo establecido, hay una
probabilidad del 50% de que el gato esté muerto, y la misma probabilidad de que
esté vivo. Según los principios de la mecánica cuántica, el gato posee una
superposición de los dos estados “vivo y muerto” al igual que la partícula
radiactiva posee una superposición de dos estados “desintegrada y no
desintegrada” al mismo tiempo. El pensamiento lógico nos diría que el gato
muere antes de que nosotros abramos la caja, pero según las leyes de la
mecánica cuántica expuestas en la interpretación de Copenhague, el gato se
encuentra en una superposición de dos estados y no es hasta que nosotros
observamos al gato, lo medimos, que le obligamos a manifestarse en uno de los
dos estados, colapsando la función de onda.
Esta
disputa continuó hasta que Dirac demostró que ambas eran equivalentes, por lo
que se aunaron los puntos fuertes de cada una creando la interpretación de
Copenhague, la cual dice que las partículas se distribuyen siguiendo su función
de onda hasta que son observadas, sufriendo el colapso de Ψ.
A
partir de los años 40, el debate por la naturaleza de la realidad tocó a su
fin. Como dijo Dirac, “nadie realmente sabe cómo es el mundo cuántico, pero lo
importante es que sabemos usar las ecuaciones”. Sólo algunos científicos como
Einstein y Bohr siguieron preocupándose por las implicaciones filosóficas de
sus descubrimientos.
Desde
mi punto de vista, si bien Einstein podría haber llevado razón y haya algún
factor externo aún no descubierto, que explique de forma intuitiva el
comportamiento de la materia en su estado cuántico, la verdad, es que
positivistamente no se pueden ignorar los hechos y según múltiples estudios
realizados como los del entrelazamiento cuántico o los del efecto túnel, todo
parece indicar que la materia en su estado cuántico puede ser modificada si
entra en contacto con nuestro mundo macroscópico. Y que sigue unas reglas distintas
a las nuestras. De aquí pueden nacer algunas preguntas como, por ejemplo: ¿cómo
detecta una partícula que está siendo realmente observada? o ¿qué significa
realmente medir? o ¿podremos cambiar la realidad modificando el mundo cuántico?
Creo que actualmente nadie puede saber la respuesta a estas preguntas con
certeza, pero me arriesgo a decir que muy probablemente este mundo cuántico no
sea tan intuitivo como muchos esperaban y cuanto antes dejemos de intentar
entenderlo utilizando similitudes con lo que conocemos hasta ahora, como la
dualidad onda-partícula, antes podremos desentrañar los misterios que esconde.
Bibliografía y Webgrafía
El enigma cuántico
de Bruce Rosenblum
El Tamiz: Einstein
y Bohr
Javier Santaolalla: La interpretación de
Copenhague
El rincón del Sofista: el
gato de Schrödinger
Hablando de Ciencia: EL
experimento EPR
Naukas: el
debate acerca de la realidad
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